Todos los maestros sabemos que nuestros hijos, antes o después, pasan a ser nuestros conejillos de indias.
Si tenemos que probar una actividad ellos son los primeros, si esto no estoy segura que sea para más pequeños o más mayores, para tenernos al día de los dibujos de la tele que están de moda y un largo etcétera.
Pero, hay momentos que a parte de ayudarnos, disfrutan de esta locura que tenemos metida en el cuerpo y posiblemente otras familias tengan mucho más miramiento en realizar dentro de las cuatro paredes de su casa.
Esas en las que se suele pensar al recoger a tu hijo de la escuela. «Si, si, tu hazlo aquí, porque en casa ni locos te dejamos»
Pues este fin de semana ha sido uno de esos días.
Y es que si hace un día maravilloso de playa, y la peque de la casa está malita, tendremos que llevarle la arena a casa!!!
Así que nos montamos nuestro propio día de playa en mitad del salón.
Extendimos un mantel de plástico que guardábamos de algo, cogimos la arena magnética que aún no habíamos estrenado y cubito en mano nos dirigimos a la zona de juego.
No hace falta decir que se lo pasó pipa, con su cubo, rastrillo y juguetitos playeros pero sobre todo tirando por los aires la arena y viendo como caía poco a poco.
El experimento me sirvió de mucho, pues tenía mis dudas que se comiera la arena a la primera de cambio (pero no pasó) y me ayudó a ver que era una actividad motriz perfecta para niños de un año y medio. Si es cierto que el resto de trastos sirvieron de poco.
Y es que, como defender la metodología por proyectos y dedicarte a difundirla y, luego, no llevarlo a cabo a la menor oportunidad con los más cercanos.
Y lo mejor… ¡la arena magnética es facilísima de recoger!
PIES DE MAMUT 
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